Relato esposa infiel con imágenes
Era una familia feliz que vivía en una pequeña casa en las afueras de la ciudad. El esposo, un hombre trabajador llamado Pablo, pasaba sus días en la fábrica, esforzándose para proveer a su familia. Su esposa, Marcela, era una ama de casa dedicada que se ocupaba de la casa y cuidaba de sus hijos.
Un sábado por la noche, las amigas de Marcela la invitaron a salir. Marcela estaba emocionada por la idea de tener una noche fuera de casa, pero Pablo no estaba tan seguro. «No creo que sea una buena idea, Marcela» dijo Pablo, su voz llena de preocupación. «¿Qué pasa si te pasa algo? No quiero que estés fuera sola tan tarde.» Marcela intentó convencerlo, pero Pablo insistió en que se quedara en casa.

Marcela intentó convencer a Pablo, pero él tenía sus dudas. «¿Estarán solo mujeres allí?» preguntó Pablo, su voz llena de preocupación. «¿No habrá hombres con tus amigas?» Marcela negó con la cabeza, tratando de tranquilizarlo. «No, Pablo. Será solo nosotras, como siempre.» Pero Pablo aún no estaba convencido. «Nosé, Marcela. No me gusta la idea de que estés fuera sola tan tarde, especialmente con hombres desconocidos alrededor.» Marcela suspiró, sabiendo que sería difícil convencerlo. «Te prometo que estaré bien, Pablo. Mis amigas y yo solo queremos pasar una noche juntas, como siempre lo hacemos.»
Marcela intentó tranquilizar a Pablo, mirándolo directamente a los ojos. «Pablo, te amo. Nunca te sería infiel, lo juro.» Su voz era suave pero firme, llena de sinceridad. «No tienes nada de qué preocuparte. Te prometo que no habrá hombres allí, solo mis amigas y yo.» Pablo la miró por un momento, buscando cualquier señal de engaño en su rostro, pero solo encontró amor y honestidad en sus ojos. Suspiró, sabiendo que Marcela nunca lo había engañado antes. «Está bien» dijo finalmente, aunque aún parecía preocupado. «Pero por favor, ten cuidado y vuelve temprano.» Marcela sonrió, aliviada de que Pablo finalmente hubiera cedido. «Lo haré, te lo prometo. Te amo, Pablo.» Y con eso, Marcela se preparó para salir con sus amigas, sintiéndose un poco más ligera sabiendo que Pablo finalmente había aceptado su plan.
Esa misma noche Marcela miró su reloj, notando que faltaban solo unos minutos para las 8:00 PM. Se acomodo el vestido negro ajustado, asegurándose de que estuviera perfecto. Los tacones que llevaba puestos la hacían sentir un poco insegura, ya que no estaba acostumbrada a usarlos con tanta frecuencia. De repente, escuchó el sonido de un claxon afuera, lo que indicaba que sus amigas habían llegado. Se puso de pie rápidamente, tomando su bolso y dirigiéndose hacia la puerta. Antes de salir, se detuvo por un momento y miró hacia la habitación de Pablo, preguntándose si debería decirle que se iba.
Antes de salir, Marcela decidió ir a despedirse de Pablo. Entró silenciosamente en la habitación y lo encontró dormido en la cama. Se acercó y lo miró con cariño, su corazón se llenó de amor al verlo tan pacífico. Se inclinó y lo besó suavemente en la mejilla, susurrando: «Te amo, Pablo. Volveré temprano.» Luego, salió de la habitación tan silenciosamente como había entrado. Ya afuera, Marcela caminó hacia el carro de sus amigas, sus tacones haciendo clic en el pavimento. Abrió la puerta del pasajero y se deslizó dentro, sonriendo a sus amigas que la saludaron emocionadas. «¡Estás adorable, Marcela!» exclamó una de ellas. Marcela agradeció el cumplido, sintiéndose un poco más segura de sí misma.

Mientras el carro se alejaba de la casa, Marcela notó que sus amigas estaban muy animadas. Gritaban y reían sin parar, lo que la hizo sentir un poco fuera de lugar. Una de ellas, llamada Isabella, se giró hacia Marcela y le dijo con una sonrisa: «¡Relájate, Marcela! Esta noche la pasaremos muy bien! Vamos a divertirnos muchísimo.» Marcela sonrió débilmente, intentando contagiarse del entusiasmo de sus amigas. Pero en el fondo, se sentía un poco nerviosa y fuera de su elemento. No estaba acostumbrada a salir tanto como ellas y se preguntaba si realmente estaba lista para la noche que tenía por delante. Sin embargo, decidió dejar sus preocupaciones a un lado y tratar de disfrutar el momento con sus queridas amigas.
Hay que ir a un bar dijo una de ellas, e inmediatamente Marcela frunció el ceño, confundida. «Pero… ¿no íbamos a ir a un restaurante?» preguntó, mirando a sus amigas con ojos interrogantes. Las chicas intercambiaron miradas culpables, pero rápidamente se echaron a reír. «¡Fue una mentira piadosa!» exclamó Isabella. «Sabíamos que si te decíamos que íbamos a un bar, no querrías venir.» Añadió otra amiga, «Pero no te preocupes, Marcela. Vamos a cuidar de ti. ¡Va a ser divertido!» Marcela se mordió el labio, indecisa. No estaba segura de querer ir a un bar, pero no quería decepcionar a sus amigas. Después de un momento de duda, asintió lentamente. «Está bien» dijo en voz baja. «Pero prometedme que no me dejaran sola en ningún momento.»
«¡Claro que no, Marcela!» exclamaron todas al unísono, tratando de tranquilizarla. «Nosotras te cuidaremos, no te preocupes.» Isabella se sentó a su lado y le pasó un brazo por los hombros. «Vamos al bar donde van todos los jóvenes. ¡Va a ser una noche inolvidable!» Las chicas aplaudieron y gritaron emocionadas, mientras Marcela intentaba sonreír. Aunque seguía sintiéndose un poco nerviosa, se dejó llevar por el entusiasmo de sus amigas. El carro se detuvo frente a un edificio iluminado con luces de neón. La música retumbaba desde el interior, y un grupo de personas esperaba en la fila para entrar. Marcela respiró hondo, preparándose para la noche que tenía por delante. Sus amigas la tomaron de la mano y la guiaron hacia la entrada, prometiendo no dejarla sola en ningún momento.
Mientras se acercaban a la entrada del bar, Marcela se detuvo de repente, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. «Saben qué…» comenzó, mordiéndose el labio inferior con nerviosismo. «Mejor llévenme a mi casa. Si se entera mi esposo, nunca más me dejará salir otra vez.» Sus amigas se detuvieron y la miraron con preocupación. «Pero Marcela, ¡acabamos de llegar!» protestó Isabella. «Tu esposo no tiene que enterarse. Vamos, solo será una noche.» Marcela dudó, sintiéndose atrapada entre su deseo de pasar tiempo con sus amigas y su miedo a las consecuencias de desobedecer a su esposo. Finalmente, suspiró y asintió lentamente. «Está bien, pero prométanme que nos iremos temprano.» Las chicas sonrieron y la abrazaron, agradecidas por su decisión.
Al entrar al bar, Marcela y sus amigas se encontraron rodeadas de muchachos y muchachas que parecían recién salidos de la adolescencia. La música estaba a todo volumen y el lugar estaba lleno de energía joven y vibrante. Marcela se sintió de repente consciente de su edad y de las pequeñas arrugas que comenzaban a aparecer alrededor de sus ojos. Miró a su alrededor y vio a las chicas jóvenes con sus cuerpos firmes y sus rostros sin una sola línea, y se sintió fuera de lugar. «Dios mío, nosotras somos las viejas aquí» murmuró a Isabella, que estaba a su lado. Pero entonces recordaron por qué habían venido: para divertirse y olvidarse de sus problemas por un rato.
Las cuatro amigas encontraron una mesa cerca de la pista de baile y se sentaron. Isabella y Sandra comenzaron a discutir sobre qué bebidas pedir, mientras que Marcela y Paula escuchaban atentamente. «Yo quiero un margarita» decidió Isabella. «Y yo un mojito» agregó Paula. Marcela, por su parte, se sentía un poco indecisa. No estaba segura de querer tomar alcohol esa noche, especialmente después de la conversación con su esposo. «¿Qué pasa contigo, Marcela?» le preguntó Paula, notando su silencio. «No sé, chicas. No estoy segura de querer beber esta noche» respondió Marcela, mordiéndose el labio inferior. «Vamos, ¡es nuestra noche de chicas! Necesitas relajarte un poco,» insistió Isabella, tratando de convencerla. «Sí, solo será una bebida. No te preocupes» añadió Sandra con una sonrisa alentadora.

Después de un momento de deliberación, Isabella propuso una idea: «¡Ya sé! Pediremos un shot de tequila para cada una para empezar la noche con el pie derecho.» Sandra y Paula aplaudieron emocionadas ante la sugerencia, pero Marcela se mostró un poco reacia. «Vamos, Marcela, ¡no seas aburrida! Solo será un shot» insistió Isabella, tratando de persuadirla. «Sí, ¡ánimo! Te hará bien soltarte un poco» agregó Sandra con una sonrisa alentadora. Marcela suspiró, sintiéndose un poco presionada por sus amigas. Sabía que si decía que no, se arriesgaba a ser la aguafiestas del grupo. «Está bien, está bien. Pero solo uno» aceptó finalmente, levantando las manos en señal de rendición. «¡Sí! Eso es el espíritu,»
Cuando el mesero regresó con los shots de tequila, las cuatro amigas se miraron con una mezcla de emoción y nerviosismo. Isabella levantó su shot y dijo: «¡Vamos, chicas! Contemos hasta tres y lo tomamos de un trago.» Las otras tres levantaron sus shots también y comenzaron a contar: «Uno… dos… tres!» Al llegar a tres, las cuatro amigas se llevaron el shot a la boca y lo bebieron rápidamente. El líquido ardiente bajó por sus gargantas, deixando un sabor fuerte y picante en sus bocas. Marcela hizo una mueca, sintiendo cómo el alcohol comenzaba a calentar su estómago. Isabella y Sandra rieron, mientras que Paula hizo una pequeña danza de la victoria. «¡Sí! Eso es lo que yo llamo empezar la noche con el pie derecho» exclamó Isabella, golpeando su shot vacío contra la mesa.
Después de tomar el shot, Isabella se acercó un poco más a Marcela y le dijo al oído: «Te gusto el tequila, Marcela.» Sin esperar una respuesta, colocó su mano sobre la pierna de Marcela, acariciándola suavemente. Marcela sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al contacto con la mano de Isabella. Estaba sorprendida y un poco mareada por el efecto del alcohol. «Isabella, yo… no sé qué decir» tartamudeó, sintiendo cómo su rostro enrojecía. «Shh, no digas nada» susurró Isabella, acercándose aún más a ella. «Parece que tomaste fuego, Marcela. Estás muy caliente» bromeó Sofía desde el otro lado de la mesa, notando el rubor en las mejillas de su amiga. Marcela se mordió el labio inferior, sintiendo cómo el calor se extendía por todo su cuerpo.
Isabella comenzó a reír ante la reacción de Marcela y retiró su mano de la pierna de su amiga. «¡Oye, yo quiero otro! ¿Ustedes qué dicen, chicas?» exclamó, haciendo un gesto hacia el mesero para pedir otra ronda de shots. Paula y Sandra asintieron con entusiasmo, mientras que Marcela aún estaba tratando de recuperar el aliento. «Sí, otro para mí también» dijo Sofía, levantando la mano para llamar la atención del mesero. «Marcela, ¿estás bien? Te ves un poco roja» preguntó Paula, preocupada por su amiga. Marcela asintió, intentando sonreír. «Sí, estoy bien. Solo un poco mareada» respondió, tratando de disimular su nerviosismo ante el toque de Isabella y la situación inesperada.
«Traigan otra ronda» ordenó Isabella al mesero con una sonrisa pícara. Marcela, tratando de mantener la compostura, intervino: «Solo será uno más, Isabella. No quiero excederme.» Isabella soltó una carcajada y pasó su brazo alrededor del cuello de Marcela, acercándola a ella. «Vamos, amiga. No pasa nada. Una más y nos divertimos un poco» insistió, ignorando las objeciones de Marcela. El mesero regresó con la nueva ronda de shots, y Isabella tomó el suyo rápidamente, vaciándolo de un trago. Luego, se volvió hacia Marcela con una sonrisa traviesa. «¿Ves? Noes tan malo. Ahora tú» dijo, haciendo un gesto hacia el shot que Marcela aún no había tocado.
«¡Shot!» gritaron Paula y Sandra al unísono, animando a Marcela a tomar su vaso. Isabella también la animó, dando palmadas y riendo. «¡Vamos, Marcela! ¡No seas aburrida!» exclamó, todavía con el brazo alrededor de su cuello. Marcela, sintiéndose presionada por la insistencia de sus amigas, finalmente tomó el vaso con mano temblorosa. Cerró los ojos y lo vació de un trago, haciendo una mueca ante el sabor fuerte del alcohol. Cuando abrió los ojos, se encontró con la sonrisa satisfecha de Isabella. «¡Así me gusta!» celebró Isabella, abrazando a Marcela con fuerza. «Ahora sí estamos listas para divertirnos de verdad.»
Mientras platicaban, Isabella colocó su mano sobre la pierna de Marcela, esta vez dejando que sus dedos acariciaran suavemente la piel expuesta por el vestido corto de Marcela. Marcela, ya un poco mareada por el alcohol, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo ante el contacto inesperado. Intentó concentrarse en la conversación, pero la mano de Isabella en su pierna la distraía constantemente. «¿Estás bien, Marcela?» preguntó Isabella, notando la expresión confundida de su amiga. «Sí,sí… estoy bien» respondió Marcela, tratando de disimular su incomodidad. Sin embargo, no podía evitar sentir un nudo en el estómago mientras la mano de Isabella continuaba su lento ascenso por su muslo.
Justo en ese momento, cuatro muchachos de unos 25 años se acercaron a la mesa donde estaban Marcela e Isabella. Los chicos, vestidos con camisas informales y jeans, miraron a las 4 amigas con interés. «¿Vienen solas esta noche, chicas?» preguntó el más alto de ellos, sonriendo de manera encantadora. Isabella, siempre dispuesta a socializar, respondió con una sonrisa coqueta: «Sí, estamos solas. ¿Por qué? ¿Quieren unirse a nosotras?» Marcela, sintiéndose cada vez más incómoda con la situación, se mordió el labio inferior y bajó la mirada, deseando que Isabella no hubiera invitado a los muchachos a unirse a ellas.
Isabella recorrió con la mirada a los cuatro muchachos, deteniéndose especialmente en el más grande y musculoso. No pudo evitar fijarse en el bulto prominente que se marcaba en sus pantalones y sintió un cosquilleo de excitación en su interior. Las otras 2 amigas de Marcela, notando la atención que Isabella estaba prestando a los muchachos, se mostraron emocionadas por la posibilidad de pasar la noche con ellos. «¡Guau, qué bombones!» exclamó una de ellas, dando un codazo a Isabella con una sonrisa pícara. Marcela, en cambio, se sentía cada vez más incómoda con la situación. No le gustaba la forma en que Isabella miraba a aquellos muchachos desconocidos, y mucho menos la idea de pasar la noche con ellos.
Marcela se inclinó hacia Isabella y le susurró al oído: «Recuerda que le prometí a mi esposo que esta noche no habría hombres, Isabella.» Isabella puso los ojos en blanco y respondió en voz baja: «Sí, lo sé, pero ¿qué daño puede hacer mirarlos un poco?» Marcela negó con la cabeza, preocupada por la actitud de su amiga. «No quiero problemas, Isabella. Platicamos un rato y luego nos vamos a casa, ¿de acuerdo?» Isabella asintió a regañadientes, pero no pudo evitar echar otro vistazo a los muchachos, especialmente al más grande y musculoso. Las otras 2 amigas, ignorando la conversación entre Marcela e Isabella, ya estaban charlando animadamente con los muchachos, riendo y coqueteando descaradamente.
Mientras las otras amigas seguían hablando y riendo con los muchachos, Isabella se acercó al hombre musculoso y comenzó a conversar con él. El chico, que se presentó como Lucas, parecía interesado en Isabella y le sonreía encantadoramente. «¿Tu amiga está bien?» preguntó Lucas, notando la expresión seria de Marcela. «Oh, ella está bien. Solo un poco preocupada por nada» respondió Isabella, restando importancia a la situación. Marcela, que estaba cerca pero no participaba en la conversación, se cruzó de brazos y miró a otro lado, molesta porque Isabella estaba hablando con aquel muchacho a pesar de su promesa.

Después de un rato, los muchachos pidieron otra ronda de tequilas para las chicas. Cuando llegó la bebida, Marcela negó con la cabeza. «No, gracias. Ya he tomado suficiente» dijo ella, intentando rechazar el trago. Sin embargo, los muchachos y las amigas de Isabella insistieron en que Marcela siguiera tomando. «Vamos, Marcela, ¡solo es un trago más!» exclamó uno de los muchachos, tratando de convencerla. Las otras amigas de Isabella también se unieron a la insistencia, diciendo que era divertido y que no había nada de malo en tomar un poco más. Marcela se sintió presionada y miró a Isabella, buscando apoyo, pero su amiga estaba ocupada hablando con Lucas y no parecía notar la situación.
Después de mucho insistir, finalmente convencieron a Marcela de tomar el tequila. Cuando el fuerte licor tocó sus labios, Marcela sintió un sabor intenso y ardiente que le hizo lagrimear los ojos. Sin embargo, a medida que el alcohol comenzaba a hacer efecto, Marcela empezó a sentir una oleada de alegría y euforia que la hizo reír y platicar sin preocupaciones. Se unió a las risas y los juegos de sus amigos, olvidándose por un momento de sus preocupaciones y la promesa que le había hecho a su esposo. El tequila la había vuelto más alegre y ebria, y ahora estaba completamente integrada en la diversión del grupo.
Mientras estaban sentadas en la mesa, Isabella le dio un codazo a Marcela y le susurró al oído: «Oye, quiero que conozcas a Lucas, el chico musculoso que acabamos de conocer. Es muy simpático y creo que le gustas». Marcela sintió una oleada de vergüenza y nerviosismo al escuchar eso. Con movimientos lentos y vacilantes, se acercó a donde estaba Lucas, intentando mantener la calma. Cuando se acerco, Isabella hizo las presentaciones: «Lucas, esta es mi amiga Marcela. Marcela, este es Lucas». Marcela extendió la mano tímidamente para saludarlo, evitando mirarlo directamente a los ojos por su timidez. «Hola», dijo ella en voz baja, con un leve rubor en sus mejillas. Lucas sonrió amablemente y tomó su mano, notando su suavidad y delicadez. «Encantado de conocerte, Marcela».
Mientras platicaba con Lucas, Marcela no podía evitar fijarse en sus musculosos brazos y pecho, que se marcaban claramente bajo su camiseta ajustada. Se sorprendió a sí misma admirando su físico, pero rápidamente apartaba la mirada, sintiéndose culpable. «Solo estamos hablando», se decía a sí misma, intentando convencerse de que no estaba haciendo nada malo. Después de todo, su esposo era un poco aburrido, y ella se sentía atrapada en casa. Además, Lucas era muy amable y divertido, y Marcela disfrutaba de su compañía. Esperaba que su esposo nunca se enterara de esta conversación, ya que sabía que se pondría celoso y enfadado. Marcela intentaba mantener la conversación en temas ligeros y inocentes, evitando cualquier situación que pudiera ser malinterpretada.
Mientras Marcela seguía hablando con Lucas, Isabella se excusó y fue al baño acompañada de sus otras dos amigas. Una vez allí, Isabella propuso algo emocionante: «Chicas, ¿qué les parece si vamos a seguir la fiesta a la casa de Lucas? Su familia está de vacaciones y tiene la casa sola para nosotros» .Las tres amigas se miraron entre sí, emocionadas por la idea de tener la casa entera para ellos solos. «¡Sí, suena divertido!» exclamaron las dos amigas de Isabella. Isabella sonrió, contenta de que hubieran aceptado su propuesta. «Entonces, está decidido. Le diré a Lucas que prepare su casa para recibirnos». Mientras tanto, Marcela seguía charlando con Lucas, ajeno a los planes que se estaban gestando en el baño.
Mientras charlaba animadamente con Lucas, Marcela seguía bebiendo sin darse cuenta de la cantidad de alcohol que había consumido. Entre risas y conversaciones, el tiempo pasó volando y, sin percibirlo, se sintió completamente ebria. Eran las 12:00 AM cuando su esposo la llamó por teléfono. Marcela se sobresaltó al ver su nombre en la pantalla, pero la música alta de la fiesta la hizo dudar. No quería hablar con él en ese momento, así que decidió no contestar, pensando que lo llamaría más tarde cuando estuviera mas tranquila. Volvió a meter el teléfono en su bolsillo y continuó disfrutando de la fiesta, ignorando deliberadamente la llamada perdida.
Después de un rato, las amigas de Marcela regresaron del baño y se acercaron al grupo. Una de ellas, Paula, le dijo a Lucas y a sus amigos: «Chicos, ya estamos listas para irnos. ¿Qué les parece si vamos a otro lado a continuar la fiesta?». Marcela, que aún estaba disfrutando de la música y la compañía, preguntó curiosa: «¿A dónde van a ir?». Sus amigas se miraron entre sí y sonrieron misteriosamente antes de responder: «Tenemos una sorpresa preparada. ¡Pero no podemos decirte nada todavía! Solo ven con nosotras y lo descubrirás».
Las amigas de Marcela se acercaron a ella y le dijeron que aquí no se podía hablar debido a la música alta. Entonces, propusieron continuar la fiesta en la casa de Lucas. Marcela, ya bastante ebria, respondió: «Está bien, pero solo vamos a platicar, ¿sí? Nada más hablar». Sus amigas asintieron y comenzaron a recoger sus cosas para marcharse. Lucas, que había estado observando la escena, se acercó a Marcela y le ofreció su brazo para apoyarla mientras caminaban hacia la salida del bar. Ella aceptó agradecida, apoyándose en él mientras salían juntos al frío de la noche.
Las amigas de Marcela se subieron a su auto, mientras que los chicos, incluyendo Lucas, se dirigieron a otro vehículo. En el camino hacia la casa de Lucas, Marcela y su amiga Isabella iban sentadas en el asiento trasero. Isabella, en un tono juguetón, le preguntó a Marcela: «¿Te gustaría cogerte a Lucas verdad?». Marcela se sonrojó inmediatamente y respondió con voz titubeante: «¡Isabella! Estas loca. Ni lo conozco.» Isabella se rio y dijo: «Solo estaba bromeando, Marcela. No te pongas así». Marcela se quedó callada, mirando por la ventana, mientras su corazón latía con fuerza al pensar en la pregunta de Isabella.

Mientras seguían camino a la casa de Lucas, las amigas de Marcela no paraban de hablar. Una de ellas dijo: «¿Notaron como a Lucas se le marca una vergota? Sería rico ponerla en la boca». Marcela se puso roja como un tomate y miró hacia otro lado, sintiendo una mezcla de vergüenza y excitación. Isabella, sentada a su lado, se acercó y le susurró al oído: «Te ves muy sexy, Marcela. Me estás calentando». Marcela sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al escuchar las palabras de Isabella. No sabía cómo reaccionar ante tales comentarios, pero no podía negar que se sentía atraída por Lucas y las palabras de sus amigas solo intensificaban esa sensación.
De repente, Isabella se acercó a Marcela y la besó en la boca, metiendo su lengua hasta el fondo. Marcela se quedó paralizada, sin saber cómo reaccionar. Sintió la lengua de Isabella explorando su boca, y un cosquilleo inesperado comenzó a surgir en su vagina. Isabella se separó después de unos segundos, dejando a Marcela aturdida y sin aliento. Las otras chicas en el auto comenzaron a reír y a hacer comentarios picantes, pero Marcela apenas podía procesar lo que acababa de suceder. Su corazón latía con fuerza y su cuerpo estaba temblando ligeramente, sorprendida por la intensidad de la experiencia y las sensaciones que habían despertado en ella.
Mientras las amigas de Marcela seguían hablando sobre Lucas y su supuesta gran verga, Isabella comenzó a meter su lengua en el oído de Marcela, provocándole cosquillas y un escalofrío por todo el cuerpo. Luego, lentamente, fue bajando por su cuello, lamiendo y succionando suavemente la piel delicada. Marcela se estremeció y dejó escapar un pequeño gemido, sintiendo que sus piernas flaqueaban. Las otras chicas ni siquiera parecían notarlo, absortas en su conversación, mientras Isabella seguía explorando el cuello de Marcela con su lengua caliente y húmeda. La sensación era intensa y placentera, y Marcela se encontró deseando más, a pesar de su timidez y nerviosismo.
Mientras Isabella susurraba al oído de Marcela «Me encantas, Marcela. Estoy tan caliente» el auto se detuvo frente a la casa de Lucas. Marcela bajó temblando, sus piernas apenas la sostenían después de las atenciones de Isabella. Lucas, notando su estado, se acercó rápidamente y la tomó del brazo para ayudarla a entrar a la casa. «¿Estás bien, Marcela?» preguntó Lucas preocupado, mientras la guiaba hacia el interior. Marcela asintió débilmente, todavía procesando las palabras y caricias de Isabella. El aroma a perfume y alcohol flotaba en el aire. Marcela se sintió abrumada por la situación, su cuerpo aún sensible por las caricias de Isabella y su mente confundida por la repentina atención.
Cuando entraron a la casa, Lucas ayudó a Marcela a sentarse en uno de los sillones de la sala. Ahí solo se escuchaban las voces de los muchachos y señoras conversando animadamente. Marcela sacó su teléfono del bolso y notó que tenía varias llamadas perdidas de su esposo, pero decidió ignorarlas por el momento. Estaba demasiado ocupada intentando procesar todo lo que había sucedido en el auto con Isabella como para preocuparse por las llamadas. Se recostó en el sillón, sintiéndose un poco mareada y confundida, mientras observaba a su alrededor la escena de la fiesta que se desarrollaba frente a ella.
En el sillón, Lucas se sentó a la derecha de Marcela, quien ocupó el medio, y Isabella a la izquierda. Las otras dos amigas de Marcela, Paula y Sandra, se sentaron en sillones enfrentados con otros tres muchachos de la fiesta. La disposición de los sillones formaba un pequeño círculo en la sala, permitiendo una conversación fluida entre todos los presentes. Marcela, aún un poco aturdida, miraba a su alrededor, notando cómo sus amigas parecían estar disfrutando de la compañía de los muchachos, mientras ella luchaba por recuperarse de su reciente experiencia en el auto con Isabella.
Mientras charlaban, Lucas se inclinó hacia Marcela y le preguntó con curiosidad: «¿Eres casada, verdad?» Marcela asintió, sonriendo con cierta picardía: «Sí, pero eso no significa que no pueda divertirme, ¿cierto?» En ese momento, los muchachos regresaron con cervezas para todos, aumentando la animación en el grupo. Isabella, sentada al lado de Marcela, se acercó a Lucas y le preguntó en voz baja, pero lo suficientemente alta para que Marcela escuchara: «¿Te gusta Marcela? Es muy atractiva, ¿no crees?» Lucas como cualquier otro joven con ganas de coger sonrió, mirando a Marcela de reojo: «Sí, es bastante guapa.»
Isabella, notando la incomodidad de Marcela, decidió insistir un poco más. Se acercó a ella y le susurró al oído: «Vamos, Marcela, dime la verdad. ¿Qué te parece Lucas? ¿Te gusta?» Marcela se sonrojó aún más y bajó la mirada, jugueteando nerviosamente con su anillo de matrimonio. Después de unos segundos, finalmente admitió en voz baja: «Sí, creo que sí… Pero no debería pensar en esas cosas. Soy una mujer casada, Isabella.» Isabella sonrió con picardía y le dio un codazo a Marcela: «Shh, tu secreto está a salvo conmigo. Pero admítelo, es muy atractivo, ¿verdad?»
Mientras Isabella y Marcela hablaban en voz baja, Marcela levantó la mirada y vio algo que la dejó boquiabierta. Una de sus amigas, sentada frente a ella, había comenzado a tocar descaradamente la verga de uno de los muchachos por encima del pantalón. El chico parecía sorprendido pero no se resistía, disfrutando evidentemente de la atención. Marcela sintió que su rostro enrojecía aún más y apartó rápidamente la vista, sintiendo una mezcla de shock y incomodidad. «¿Qué demonios…?» murmuró para sí misma, sin saber cómo reaccionar ante tal situación
Isabella, notando la sorpresa de Marcela, no pudo resistir la oportunidad de bromear sobre la situación. Se puso de pie y gritó con una sonrisa traviesa: «¡Eh, Sandra! ¿Qué pasa ahí? ¿Qué diría tu esposo si te viera así?» Todos en la sala estallaron en carcajadas, incluyendo Marcela, quien no pudo evitar unirse a la risa colectiva a pesar de su incomodidad inicial. Mientras tanto, la otra amiga de Marcela, notando la atención sobre Sandra, decidió tomar la iniciativa. Se levantó, tomó de la mano a uno de los muchachos y lo guio rápidamente hacia una habitación cercana, cerrando la puerta detrás de ellos. El ambiente en la sala cambió ligeramente, lleno de risas nerviosas y miradas curiosas hacia la puerta cerrada.
Sandra, aparentemente excitada por la atención, continuó tocando descaradamente el pene del muchacho, quien parecía cada vez más complacido. De repente, Sandra se inclinó hacia adelante y comenzó a besarlo apasionadamente, sus manos explorando su cuerpo con audacia. La escena era tan intensa que Marcela sintió que su corazón latía aceleradamente. Una excitación desconocida recorrió su cuerpo, una sensación que nunca antes había experimentado. Sus ojos se abrieron ampliamente, mezcla de sorpresa y fascinación, mientras observaba cómo Sandra y el muchacho se besaban cada vez más intensamente, perdidos en su propio mundo. Marcela se mordió el labio inferior, tratando de procesar las emociones que la invadían, sintiendo un calor creciente en su rostro y en otras partes de su cuerpo que ella apenas comprendía.
Era la 1:30 AM cuando Isabella se acercó sigilosamente a Marcela, su aliento cálido rozando su oído. «Te gustaría cogerte a Lucas, Marcela?» susurró con voz seductora. «Yo sé que quieres…» Marcela se estremeció al escuchar esas palabras, su corazón latiendo aún más rápido. Antes de que pudiera reaccionar, Isabella tomó su mano suavemente y la guio hacia la enorme verga de Lucas, colocándola sobre su miembro ya erecto a través de su pantalón. Marcela sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al tocarlo, una mezcla de miedo y excitación que nunca antes había experimentado. Sus ojos se encontraron con los de Lucas, quien la miraba con deseo, esperando su reacción.
Mientras Marcela tocaba nerviosamente la verga de Lucas, Isabella aprovechó para subir su mano por la pierna de Marcela, acariciándola suavemente. Luego, sin previo aviso, comenzó a besarle el cuello, su aliento cálido haciendo cosquillas en la piel sensible de Marcela. Isabella lamió delicadamente su oreja, susurrando palabras sensuales que hicieron estremecerla. La triple atención de Isabella y Lucas estaba haciendo que Marcela se sintiera mareada, su cuerpo respondiendo a las caricias y besos con una intensidad que nunca antes había experimentado.
El teléfono de Marcela comenzó a sonar, interrumpiendo el momento íntimo. Isabella tomó el dispositivo y contestó con una sonrisa seductora. «Hola, Pablo» dijo con voz dulce, cubriendo el micrófono con su mano para que Marcela no pudiera escuchar. «Sí, Marcela está en el baño en este momento. No te preocupes, la cuidaré bien. Te la devolveré más tarde, ¿de acuerdo? Está bien, adiós.» Isabella colgó el teléfono y volvió su atención a Marcela, quien la miraba con ojos curiosos. «Solo es tu esposo, cariño. No te preocupes, le dije que estabas bien y que te cuidaría. Ahora, donde estábamos…»
Mientras Isabella besaba apasionadamente a Marcela, la joven comenzó a gemir suavemente, sintiendo la erección creciente de Lucas contra su muslo. De repente, fuertes gemidos de placer resonaron desde la habitación contigua donde se encontraba la amiga de Marcela con el chico. Los sonidos eran intensos y constantes, como si estuviera experimentando el mejor orgasmo de su vida. Marcela se estremeció, distraída momentáneamente por los gritos de éxtasis que llenaban el aire. Isabella aprovechó la oportunidad para deslizar su mano debajo de la falda de Marcela, acariciando su piel suave y cálida. «¿Quieres que te haga sentir igual de bien, mi amor?» susurró con voz seductora, ignorando deliberadamente los gemidos que provenían de la otra habitación.
Justo en ese momento, Sandra, la otra amiga de Marcela, tomó de la mano de 2 muchachos, con el que se había estado besando y su amigo. «Vamos a otra habitación, quiero mostrarles algo» dijo con un guiño sugerente. Los chicos, algo confundidos pero excitados, la siguieron sin resistirse. Los tres se dirigieron a una habitación cercana, dejando a Marcela, Isabella y Lucas solos en el sillón de la sala. El sonido de risas y murmullos provenientes de la otra habitación llenó el aire, creando un ambiente aún más íntimo y cargado de tensión entre los tres que quedaban. Isabella sonrió misteriosamente, acercándose más a Marcela y Lucas en el sillón.
Isabella se inclinó hacia el oído de Marcela y susurró con voz seductora: «¿Quieres ver la verga de Lucas?». Antes de que Marcela pudiera responder, Isabella ya había comenzado a bajar la cremallera del pantalón de Lucas, revelando lentamente su miembro erecto. Marcela quedó boquiabierta, impresionada por el tamaño y la belleza de la verga de Lucas, algo que nunca había visto antes en su vida. Se sonrojó intensamente, sintiendo una mezcla de excitación y nerviosismo al ver la enorme erección frente a ella.

Isabella tomó gentilmente la mano de Marcela y la guio para que rodeara la enorme erección de Lucas. Marcela sintió el calor y la palpitación del miembro viril en su mano, notando su tamaño y dureza. La piel era suave al tacto, pero podía sentir la fuerza y la tensión que contenía. Lucas gimió suavemente al sentir la mano de Marcela alrededor de su verga, cerrando los ojos por un momento y disfrutando de la sensación.
Marcela comenzó a mover su mano de arriba abajo, acariciando lentamente la enorme verga de Lucas. Mientras tanto, Isabella aprovechó la oportunidad para besar a Marcela apasionadamente, introduciendo su lengua en su boca. Sus manos se deslizaron por el cuerpo de Marcela, encontrando sus pechos y comenzando a masajearlos suavemente. Los gemidos de Marcela se mezclaron con los de Lucas, creando una sinfonía de placer en la habitación.
Marcela aumentó la velocidad de su mano, masturbando frenéticamente la enorme verga de Lucas. Los tres gemían sin control, sumidos en un frenesí de placer. Isabella, con la respiración acelerada, susurró al oído de Marcela: «Me encantas amiga, siempre había querido hacer esto contigo. Me calientas mucho». Marcela, ebria y consumida por la lujuria, sólo podía repetir: «Qué rico, qué rico…»
Isabella, excitada por las palabras de Marcela, comenzó a quitarse el vestido, dejando al descubierto su sujetador de encaje negro. Se quitó la prenda y guio la mano de Marcela hacia sus tetas, gimiendo cuando sintió sus dedos acariciar su piel. Lucas, al borde del orgasmo, agarró la mano de Marcela y la guio para que apretara su verga con más fuerza. Los tres se movían al unísono, perdidos en un mar de deseo y placer.
Isabella se acercó al oído de Marcela y susurró con voz ronca: «¿Quieres probar la verga de Lucas, amiga? Seguro que está deliciosa…» Marcela, completamente embriagada y dominada por la lujuria, sólo pudo balbucear un excitado: «Sííí…»
Isabella tomó a Lucas de la mano y lo hizo ponerse de pie frente a Marcela. Luego, con movimientos lentos y sensuales, bajó su pantalón, dejando al descubierto su enorme miembro erecto. La verga de Lucas quedó justo enfrente del rostro de Marcela, grande y dura, emanando un fuerte aroma a excitación masculina. Marcela, con los ojos vidriosos por el alcohol y la lujuria, contemplaba la enorme verga de aquel muchacho, sin poder apartar la vista.

Sin pensarlo dos veces, Marcela tomó la enorme verga de Lucas con sus manos y la introdujo en su boca, chupándola con una desesperación increíble. Sus labios se deslizaron por el eje, saboreando el sabor salado de la piel excitada. Lucas gimió de placer al sentir la cálida boca de Marcela rodeando su miembro hinchado. Isabella observaba la escena con una sonrisa lasciva, excitada por ver a su amiga chupando la verga de su recién conocido amigo con tanto entusiasmo.

Isabella se quitó sus calzones y se abrió de piernas en el sillón, comenzando a masturbarse frenéticamente. Mientras observaba a Marcela chupar la verga de Lucas, gemía en voz alta: «Eso es, amiga, qué rico la chupas… sé que te encanta». Sus dedos se deslizaban dentro y fuera de su húmedo coño, mientras su respiración se volvía más pesada y su rostro se ruborizaba de placer. La excitación en la habitación era palpable, y los gemidos de Isabella se mezclaban con los gruñidos de placer de Lucas y el sonido húmedo de la boca de Marcela trabajando su verga.

Isabella se sentó a un lado de Marcela y comenzó a quitarle el vestido, dejando al descubierto su piel suave y pálida. Luego, se inclinó sobre ella y empezó a chupar y mordisquear sus pezones erectos, mientras Marcela seguía chupando la verga de Lucas con avidez. Los gemidos de placer de ambas mujeres llenaban la habitación, junto con los gruñidos de satisfacción de Lucas. La escena era una mezcla erótica de cuerpos desnudos y excitados, perdidos en un mar de deseo y lujuria.

Isabella continuó chupando y mordiendo los pezones de Marcela, mientras esta seguía mamando la verga de Lucas con entusiasmo. Lucas, excitado por la escena, agarró la cabeza de Marcela y comenzó a mover sus caderas, follando su boca sin piedad. Isabella, sintiendo la excitación crecer, deslizó una mano entre sus piernas y comenzó a masturbarse frenéticamente, gimiendo contra el pecho de Marcela. Los tres cuerpos se movían al ritmo de la pasión, perdidos en un mar de placer y deseo, pero sin llegar al clímax. La habitación se llenaba de gemidos, gruñidos y el sonido húmedo de la boca de Marcela trabajando la verga de Lucas, creando una atmósfera erótica y cargada de tensión sexual.

Isabella gemía contra el pecho de Marcela «Mmm, qué rica estás… Me encanta chupar tus pezones…»
Marcela apenas murmuraba con la boca llena de verga «Ahhh… Lucas, tu verga sabe tan bien… No puedo parar de chuparla…».
Lucas gruñía de placer «Marcela… la chupas como una puta…».
Isabella mordía y succionaba «Que rico!…» .
Marcela chupando y mamando «Mmm… Isabella… No pares».

Marcela, excitada por las caricias de Isabella, retira por un momento la verga de Lucas de su boca y mira a Isabella con deseo. «Isabella… Por favor, dile a Lucas que me coja… Quiero sentir su verga dentro de mí…» suplica.
Isabella, notando la excitación de Marcela, mira a su amiga y pregunta: «¿Estás segura, cariño?¿Quieres que Lucas te folle? Lucas, con su miembro erecto y palpitante, está ansioso por cumplir con la petición de Marcela. «No me importa que seas casada, te la voy a meter hasta el fondo, Marcela…»
Isabella se gira hacia Lucas, preocupada por la situación de Marcela siendo casada. «Lucas, ¿tienes condones?».
Lucas, algo nervioso, responde: «Eh… No, la verdad es que no traje condones. No pensé que los necesitaríamos.» Isabella frunce el ceño, considerando la situación.
Isabella mira a Marcela, con cara deseo. «Marcela, ¿estás segura de que quieres hacerlo sin protección?¿No te importa que Lucas te coja sin condón?». Marcela, con los ojos vidriosos por el alcohol, responde con una sonrisa traviesa. «No me importa, Isabella… Quiero sentir a Lucas dentro de mí sin nada entre nosotros. Seguro que se sentirá aún mejor…»
Isabella toma a Lucas y Marcela de las manos, guiándolos hacia la habitación principal de la casa de los padres de Lucas. «Vamos, iremos a la habitación principal. Tienen una cama muy grande y cómoda.»
Al entrar, Isabella enciende la luz, revelando una habitación espaciosa con una cama king size en el centro. La habitación huele a perfume caro y tiene una alfombra gruesa bajo sus pies descalzos. Isabella cierra la puerta detrás de ellos, creando un ambiente íntimo y privado.
Isabella recuesta suavemente a Marcela en la cama, su cuerpo ligeramente inestable por el alcohol. Con delicadeza, Isabella le baja los calzones a Marcela, dejando al descubierto su vagina humeda. Inclinándose cerca del oído de Marcela, Isabella susurra con voz suave y seductora. «Antes de que Lucas te folle, quiero probarte yo misma, amiga. Quiero saber cómo sabes…»

Isabella separa suavemente las piernas de Marcela, exponiendo completamente su vulva rosada y húmeda. Sin dudarlo, Isabella comienza a pasar su lengua caliente y húmeda por los labios vaginales de Marcela, saboreando su dulce néctar. Marcela gime suavemente, arqueando su espalda en la cama.

Mientras tanto, Lucas observa la escena con creciente excitación. Se baja los pantalones y comienza a masturbarse lentamente, su miembro erecto palpitando en su mano. Los sonidos húmedos de Isabella lamiendo a Marcela y los gemidos de placer de ambas mujeres lo excitan aún más.
Después de unos minutos de lamidas y caricias expertas de Isabella, Marcela comienza a gemir desesperadamente. «Lucas, por favor…Métemela ya. Te lo suplico…» suplica entre jadeos.
Isabella se pone de pie, su rostro brillante con los jugos de Marcela. Se acerca a Lucas y lo besa profundamente, compartiendo el sabor de Marcela entre ellos. Luego, toma la mano de Lucas y la guía hacia su miembro erecto. «Es toda tuya, mi amor» dice Isabella con una sonrisa traviesa, acariciando la verga de Lucas con su mano. «Hazla gritar de placer.»
Lucas se sube encima de Marcela, posicionándose en misionero. Marcela toma la enorme verga de Lucas con sus manos, guiándola hacia su entrada. Con un gemido, introduce ella misma el miembro dentro de su vagina, sintiendo como la llena por completo.
Una vez que Lucas está completamente dentro, Marcela toma el trasero de él con sus manos y lo jala hacia ella con fuerza. «Lucas, cógeme ya» suplica, moviendo sus caderas para sentirlo aún más profundo dentro de ella.

Lucas comienza a moverse violentamente encima de Marcela, cogiendo como un animal desesperado. Sus embestidas son rápidas y profundas, haciendo gemir a Marcela cada vez más fuerte. Los gritos de placer de ella resuenan por toda la casa, mezclándose con los gruñidos salvajes de Lucas.
El sonido de piel contra piel llena la habitación, junto con los jadeos y gemidos de ambos. Lucas agarra las caderas de Marcela con fuerza, enterrando su verga aún más profundo en su vagina. Marcela se retuerce debajo de él, su cuerpo temblando con cada embestida, gritando el nombre de Lucas sin control.

De repente, el teléfono de Marcela vuelve a sonar, indicando que ya son las 2 de la mañana. Isabella toma el dispositivo y lo acerca al oído y boca de Marcela, quien intenta mantener la compostura a pesar de que Lucas sigue penetrándola salvajemente. Isabella susurra a Marcela: «Marcela, es tu esposo. Dile que nos hemos ido a mi casa porque tuvimos problemas con el coche.» Marcela, tratando de controlar su voz, le dice a Lucas: «No hagas ruido, Lucas.» Luego, contesta el teléfono mientras Lucas continúa cogiendo a Marcela, quien intenta mantener una conversación coherente a pesar de sus gemidos y jadeos.
«Hola, amor» dice ella, tratando de sonar normal. «Sí, estoy en casa de Isabella. Nosotras… eh… tuvimos un problema con el coche y nos quedamos aquí.» Su esposo, claramente molesto, pregunta: «¿A esta hora? ¿No puedes volver a casa?» Marcela jadea ligeramente cuando Lucas aumenta la intensidad de sus embestidas. «No, amor. Estamos… estamos bebiendo un poco y no quiero conducir así. Me quedaré aquí esta noche y volveré mañana.» Ella intenta mantener la compostura, pero un gemido escapó de sus labios cuando Lucas golpea un punto particularmente sensible dentro de ella. «¿Qué? No, no pasa nada. Solo estoy…estoy estornudando»
El esposo, sospechoso, pregunta con voz firme: «¿Con quién estás, Marcela? Suenas rara.» Marcela, intentando mantener la calma, responde rápidamente: «No estoy con nadie, amor. Estoy sola buscando un taxi. Isabella se fue a dormir y yo… yo estoy en la sala de estar.» Mientras habla, Isabella comienza a chupar y mordisquear suavemente los pezones de Marcela, provocándole escalofríos de placer que lucha por ocultar. «Voy a buscar un taxi y luego te llamo de nuevo, ¿de acuerdo?» dice Marcela, tratando de poner fin a la conversación. Su esposo, aún desconfiado, replica: «Está bien, pero llámame en cuanto estés en el taxi. No quiero que camines sola por ahí a esta hora.» Marcela asiente, aunque él no puede verla. «Lo haré, te lo prometo. Te amo»
Tan pronto como Marcela termina la llamada, su cuerpo se relaja y se entrega completamente al placer. Comienza a gemir con fuerza, sus palabras saliendo en jadeos entrecortados. «¡Ay, Dios mío! ¡Sí, sí! ¡Así, Lucas, dame duro!» Isabella sigue chupando y mordiendo sus pezones, mientras Lucas aumenta la velocidad y la fuerza de sus embestidas. Marcela arquea la espalda, clavando las uñas en la piel de Lucas mientras grita su placer. «¡Más, más! ¡No pares, por favor!» Sus gemidos llenan la habitación, mezclándose con el sonido húmedo y rítmico de la piel contra la piel. Isabella mira hacia arriba, sonriendo maliciosamente al ver la expresión de éxtasis en el rostro de Marcela.

Entre gemidos y jadeos, Marcela comienza a hablar, sus palabras saliendo en ráfagas. «Nunca… nunca me habían cogido con una verga tan grande… ¡Dios mío, es increíble!» Lucas sonríe con arrogancia, disfrutando de las palabras de Marcela. «Si… si mi esposo supiera lo rico que me están cogiendo…me mataría…» Isabella, al escuchar esto, decide intervenir. Se coloca detrás de Marcela y comienza a besar su cuello suavemente, mientras sus manos acarician sus senos. «Shh, tranquila, Marcela. Esto quedará entre nosotros» susurra en su oído. Lucas asiente, aumentando aún más la intensidad de sus movimientos. «Sí, disfruta, Marcela. Olvida a tu esposo y concéntrate en nosotros.»
Isabella, completamente excitada, decide subir un nivel más. Se coloca sobre el rostro de Marcela, dejando su húmedo coño a escasos centímetros de su boca. «Chúpamelo, Marcela. Quiero que me comas el coño mientras Lucas te coge» ordena con voz firme. Marcela, aunque sorprendida, obedece. Comienza a lamer y chupar el coño de Isabella, saboreando su dulce néctar. Mientras tanto, Lucas continúa penetrando a Marcela con fuerza, sus embestidas cada vez más rápidas y profundas. «¡Sí, así! ¡Chúpale bien el coño a Isabella mientras te follo!» grita Lucas, excitado por la escena que tiene delante. Marcela, entre gemidos y lamidas, se entrega completamente a las dos personas que la están dando tanto placer.
Los jugos de Isabella comienzan a fluir abundantemente, cubriendo el rostro de Marcela mientras esta sigue chupando y lamiendo con avidez. Las gotas de excitación femenina resbalan por las mejillas y la barbilla de Marcela, mezclándose con sus propios fluidos y los de Lucas. Los gemidos y gritos de placer de los tres se mezclan en una sinfonía erótica que resuena por toda la casa. Las paredes parecen vibrar con cada embestida de Lucas, cada lamida de Marcela y cada espasmo de placer de Isabella. La habitación se llena de un aroma intenso y excitante, una mezcla de sudor, sexo y deseo puro. Los sonidos y olores se vuelven casi sobrecargantes, creando una atmósfera de lujuria y abandono total.
De repente, Marcela comienza a gritar con voz entrecortada «¡Me voy a venir! ¡No te pares, Lucas!» Su cuerpo se tensa y se estremece debajo de Lucas, sus músculos internos apretándose alrededor de su miembro. Lucas, excitado por los gritos de Marcela, comienza a embestirla con más fuerza y rapidez, sus gemidos mezclándose con los de ella. «¡Sí,así! ¡Córrete para mí, Marcela!» gruñe, sintiendo su propio orgasmo acercarse. Isabella, viendo la escena con ojos vidriosos de placer, comienza a apretar y masajear sus propios pechos, gimiendo cada vez más fuerte. «¡Sí, sí, sí! ¡Chúpamelo más fuerte, Marcela!» grita, su coño palpitando contra la boca de Marcela.

Con un grito estridente, Marcela alcanza un orgasmo monumental, su cuerpo convulsionando violentamente debajo de Lucas. Un torrente de fluidos calientes empapa la verga de Lucas y sus muslos, mientras ella grita su nombre una y otra vez «¡Lucas! ¡Lucas! ¡Sí, sí, sí!» Una vez que las olas de placer comienzan a disminuir, Marcela mira a Lucas con ojos suplicantes «Lucas, quiero sentirte dentro de mí. Lléname con tu leche caliente. Vente dentro de mí, por favor» suplica, envolviendo sus piernas alrededor de su cintura para mantenerlo cerca.
Mientras Marcela suplica a Lucas que se corra dentro de ella, Isabella alcanza su propio clímax explosivo. Un chorro cálido y pegajoso sale disparado de su coño, empapando la cara y el cuerpo de Marcela. «¡Isabellaaa!» grita Marcela, sorprendida por la inesperada ducha. Pero su sorpresa se convierte en placer cuando siente a Lucas temblar encima de ella. Con un gruñido profundo, Lucas se corre dentro de Marcela, llenándola con su semen caliente y espeso. «¡Sí, tómala toda, Marcela!» gruñe, sus caderas bombeando furiosamente mientras descarga todo su esperma en su interior.
Marcela gime de placer mientras siente a Lucas llenarla con su semen caliente. «Qué rico, Lucas… ¡Qué rico!» exclama, su cuerpo temblando de éxtasis. «Nunca me habían cogido tan rico en mi vida.» Con un suspiro satisfecho, Marcela se desploma en la cama, su piel brillante de sudor. Isabella y Lucas también se desploman a su lado, exhaustos pero felices. Los tres yacen enredados en los brazos del otro, jadeando para recuperar el aliento.La habitación está en silencio, salvo por el sonido de sus respiraciones entrecortadas. El reloj marca las 3:30 de la mañana.
Los tres cuerpos entrelazados finalmente se quedan dormidos, agotados después de su maratón sexual. Isabella, Marcela y Lucas duermen profundamente, sus respiraciones lentas y profundas. La habitación está en silencio, salvo por el sonido suave de su sueño.
Alas 8 de la mañana, la puerta se abre de repente. Sandra, la amiga de Marcela e Isabella, entra en la habitación, sorprendida de ver a los tres durmiendo juntos. «¡Chicas, nos quedamos dormidas!» dice con una sonrisa pícara. «Se ve que la pasaron rico anoche, como yo.» Se ríe, tapándose la boca con la mano. Isabella y Marcela se despiertan sobresaltadas, Lucas gruñe y se tapa la cabeza con la almohada. «Sandra… ¿Qué hora es?» pregunta Isabella, frotándose los ojos somnolientos.
«Son las 8 de la mañana, chicas» responde Sandra, todavía sonriendo. «¿Qué pasa, Marcela? ¿Por qué esa cara?» Marcela se levanta de repente, con los ojos muy abiertos. «¿Qué? ¿Ya amaneció?» pregunta incrédula, mirando alrededor de la habitación como si estuviera en shock.
Toma su teléfono de la mesita de noche y comienza a revisar las llamadas perdidas. Su corazón se detiene cuando ve más de 20 llamadas de su esposo. «¡Oh, Dios mío!» exclama, su voz llena de preocupación. «¡Mi esposo me llamó un millón de veces!»
Marcela comienza a caminar por la habitación, pasando sus manos por su cabello enredado. «¿Qué voy a hacer?¿Qué voy a decirle?» se pregunta a sí misma, su mente corriendo a mil por hora. «¡Se va a enojar muchísimo!» Marcela no podía creer lo que había hecho. La realidad de la noche anterior la golpeó como un tren, y sintió que iba a vomitar. «¿Cómo pudiste dejarme hacer eso, Isabella?» gritó, su voz llena de reproche y autoculpa. «¿En qué estaba pensando? ¡Esto es un desastre!»
Isabella la miró con una expresión de sorpresa y preocupación. «Marcela, cálmate» dijo suavemente, tratando de alcanzarla. «No es tan grave como parece. Vamos a resolverlo juntas.» Pero Marcela se apartó, negando con la cabeza. «No, no podemos resolver esto» insistió, su voz temblando. «Mi esposo nunca me perdonará por esto. ¡Nunca!» Comenzó a caminar de un lado a otro, tirando de su cabello con frustración. «¿Cómo pude ser tan estúpida? ¡Tan débil!»
Isabella intentó tranquilizar a Marcela, pero su amiga estaba demasiado alterada para escuchar. «Mira, cálmate» dijo Isabella, tratando de mantener la voz firme. «Solo dile a tu esposo que te quedaste dormida en mi casa. Dile que siempre estuviste segura conmigo.» Pero Marcela no quería escuchar. «¡Ya vamonos!» exclamó, su voz llena de ira y desesperación. «No quiero pasar ni un segundo más aquí. ¡Esto es un error! ¡Un terrible error!» Isabella intentó detenerla, pero Marcela ya estaba caminando hacia la puerta, ignorando sus llamadas. Isabella suspiró, sabiendo que nada de lo que dijera la detendría. Marcela estaba decidida a escapar de la realidad de lo que había sucedido, incluso si eso significaba correr hacia un problema aún mayor.
Marcela se subió rápidamente al coche de Sandra, cerrando de un portazo. Las otras amigas la siguieron, subiéndose al vehículo en silencio. El aire estaba cargado de tensión. Isabella intentó hablar con Marcela, pero ella la ignoró, mirando fijamente por la ventana. «Dime que no se vino dentro de mí, Isabella» demandó Marcela, su voz temblando de ira y miedo. Isabella suspiró pesadamente. «Pero si tú se lo pediste a gritos, Marcela» respondió suavemente. «Lucas te obedeció y se vino adentro de ti.» Marcela palideció, el horror reflejado en su rostro. No podía creer lo que había hecho. Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas mientras el coche se alejaba, dejando atrás la casa y la terrible realidad de lo que había sucedido. Las amigas se quedaron en silencio, ninguna sabía qué decir para consolarla.
Marcela se volvió hacia Isabella, su rostro lleno de reproche y disgusto. «Y luego tú… me hiciste que te lamiera ahí» espetó, su voz llena de veneno. «Qué asco.» Isabella se estremeció ante las palabras de Marcela, sintiéndose culpable y sucia. Sabía que había ido demasiado lejos, pero en el momento, la excitación y el alcohol habían nublado su juicio. Ahora, mirando la cara llena de odio de Marcela, se dio cuenta de lo mucho que había herido a su amiga. Las lágrimas comenzaron a caer por las mejillas de Isabella mientras el silencio incómodo llenaba el coche, ninguna de las chicas sabía qué decir o cómo arreglar el desastre en el que se habían metido.
Cuando Marcela llegó a su casa, encontró a su esposo sentado en el sofá, con una expresión preocupada en su rostro. «¿Dónde estabas? Estaba muy preocupado por ti» dijo, levantándose para abrazarla. Marcela se dejó abrazar, sintiéndose segura en los brazos de su esposo. «Lo siento, me quedé dormida en casa de Isabella.. Te lo juro amor.» mintió, repitiendo la historia que habían acordado. Su esposo la miró con preocupación, pero también con amor y confianza. «Está bien, amor. Solo estaba preocupado. Es que soy muy celoso y me imagino muchas cosas» dijo, besando su frente. Marcela asintió, sintiéndose culpable pero aliviada de que su esposo hubiera creído su mentira. Se acurrucó en sus brazos, agradecida por su amor y confianza, mientras las imágenes de la noche anterior rondaban por su mente pues muy en el fondo de ella sabia que lo había disfrutado como nunca.
FIN
*Mis amores aquí termina este relato. Discúlpenme por tardarme demasiado, es que me caliento tanto escribiendo, que me tengo que detener para meterme los dedos 💋💋.
Comenta abajo que te pareció.. Dime si se te puso dura y te la jalaste amor. ¿Crees que todo fue un plan de Isabella desde el principio? Yo creo que si jaja.
¿Qué crees que dijo el esposo de Marcela al recibir la foto de su esposa siendo follada por la vergota de Lucas?
Te leo en los comentarios mi amor… Los AMOOO*
Muchas gracias por sus relatos, nos llevas a un mundo de amor, sensualidad y fantasías
Denada amor
Muy excitante el relato, buena historia me gustó
Que iso el marido despues de ver la foto donde estaba su esposa bien clavada? Quedo embarazada del chico ?
Te gustaria leer la segunda parte?
Yo si quiero saber de Marcella
ok trabajare en la segunda parte amor
Si quiero leer la segunda parte y quiero conocer a Marcela
Ok… Únete a mi Patreon amor.. así puedes hacerme las sugerencias que quieras y me ayudaras a seguir escribiendo relatos.
Por supuesto
Creo que está noche de pasión y diversión de Marcela y sus amigas es un claro ejemplo de la falta de atención de algunos esposos porque sus mujeres gosen y disfruten y no solo se aburran en caza comiendo el mismo menú todos los dias
Muy bueno meagrado el relato espero leer otro mas frecuentes están muy buenos 👍
Intentare no tardarme tanto amor
Muy buena historia saludos
Si se me puso dura y también me la jalee espero que pronto escribas otro relato
Si mi amor, ya estoy en eso
Muy buena historia, me gustó, muy excitante, espero más
Que bueno que te gusto mi amor
Me corri facil, Marcela estaba buenisima , ojala cogermela yo
Me encanta que te haya gustado mi amor
Ha sido muy entretenido y morboso… Gracias
Gran relato muy excitante cualquiera hubiéramos querido ser Lucas y disfrutar ese manjar JAJJAJAJA
Hola que remos más relato nos dejas muy emocionado jeje
La verdad como te digo…..sí as tenido una experiencia similar……..o tu don de escribir muy excelente que posees……. te admiro mucho……me gustaría conocerte…… y tener una orgía sin límites……. por favor dame tu contacto
gracias, eso me inspira a seguir escribiendo
Tu inspiración sobre pasa los límites…….te imagino cojes con 100 hombres a la vez para empezar y un millón todo el año sin. Parar………
Muy bueno tu relato y pues le dimos gusto a la mano amiga y sacar todo el estrés.
Me encanta que te haya gustado
Muy bueno me puso muy caliente y me la jale espero y subas otro igual
Ya estoy terminando el próximo amor… se tratara sobre la primera experiencia swinger de una pareja
Estuvo super caliente, me pusiste la verga bien dura, un poco más y me vengo
Yo tambien me excito demasiado escribiendo mis relatos amor
Me encantó el relato que inspiración tienes
estos comentarios son mas falsos y creados por IA. Engañan demasiado
Los comentarios no son falsos, yo Tania los respondo personalmente 💖💖
Me gustó el relato, en general, pero ese final…
Merecía más, mucho tiempo en el relato, se insinuó que el marido la iba a descubrir incluso en una de las llamadas escucho genir a Marcela.
Y ella solo con decirle que se había quedado dormida, el le dice «a ok, esta bien».
Ni si quiera se baño, una persona que tuvo sexo de a 3, incluso se dice que Isabella se vino en su carra y mancho lucho, y al llegar y abrazar a su esposo, el no sintió ningún olor?
Eso para mi, le resto muchos puntos a la historia, le quitó credibilidad.
Aun así, gracias por escribir, solo que el final, para mi, malo, nada creíble, muchos cabos sueltos.
Gracias por darme tu opinion amor, lo tendre en cuenta…
Gracias por contestar.
Me gustaría que en uno de tus relatos, si bien lleve todo ese morbo que le aplicas a tus relatos y que obviamente esta bien en relatos eroticos.
Al final, haya un poco más de sustancia, es decir, que al final, el marido descubra todo, y pues se complique las cosas, que la dej x ser infiel, cosas así.
No historias de consentidores, donde el marido descubre que lo fueron infiel, y se excita y lo permite, esos son tonterías.
Se que tiene buena imaginación y puedes lograrlo, una buena his lria que lleve de todo, una buena trama, morbo, sexo pero también, consecuencias.
Un abrazo!
Gracias por tu comentario, eso haré para la próxima amor